Hay un espacio para gobernar con la mirada
y un espacio para gobernar con los ojos.
En el espacio de la mirada me deshago,
en el de los ojos, recomienzo.
Ir y volver, de eso se trata.
Partir de una escritura conmovida
o de una esquina congelada.
Pero volver del polvo a la inocencia,
de la extensión a la perplejidad.
Ir y volver
como el acróbata
que debe recaer en sí mismo
y entonces transfigura ese aire que atesora
para saciar su vértigo.
Ciudad donde campean los colores fugaces,
los pequeños olvidos.
En eso están los ojos al testimoniar,
procurando que nada se pierda en el espacio,
ni la estampida de la luz, ni sus reflejos.
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