Tu mirada de fuego interpuesta entre mis ojos y los de cualquier otro;
La añoranza de la caricia de tus manos;
Sonreír como reflejo por tu nombre;
El dulce sabor perdido de tus besos;
Risas que se convirtieron en fantasmas y ahora deambulan por tu mente;
Un color mediterráneo condenado a extinguirse en mi memoria;
Bailar con los ojos cerrados;
Canciones que por siempre serán nuestras;
El beso perfecto recibido entre las piernas;
El beso que te debo y ya no habré de darte;
Tu descaro diseñado a mi gusto y medida;
Los poemas que te escribí en noches que no venían al caso
como anotaciones al margen de mi historia;
La dulzura ausente después
la distancia y el hambre erosionan los modales.
Mi entrega;
Tu entrega;
Mis sentimientos;
Tus emociones;
Tu miedo a mi cariño;
Tu pánico a ese mounstro llamado amor;
Tu confianza en mi patriótica lealtad;
Mi ilusión de que alguna vez estarías a la altura de las circunstancias;
La honestidad razonada;
Mensajes encerrados en botellas perdidas en el mar;
Pieles que duermen desnudas;
Brindar sin excusas ni razones, brindar de puro gusto;
Los espectros en realidad, nunca se fueron;
Diplomacia preparándose para la guerra;
No saber lo que queremos;
No querer lo que necesitamos;
Lágrimas de noche y vestido de hielo para el día;
Hablar de más;
Hablar de menos;
Gritar de infelicidad a los cuatro vientos;
Descubrirse gritándole a una pared;
La memoria de cuando todo;
Esta abundancia de nada;
No importarte más;
Desaparecer del Reino de tus hormonas
consagrado en la mediocridad
de saber que no se pudo.