A veces veo sin ver,
un desgarrado sueño que he perdido y recupero.
En el ir y venir desde la nada al todo,
ese fragor al que asomarnos,
regalo de ángeles provocantes,
concesión de dioses paganos.
Me miras desde lo inmenso
y mi espíritu responde descarnado,
despojado de piel y huesos,
solo suspiro, sudor, temblor y latidos.
Una especie de seducción por resistir lo irresistible,
se soporta como una sentencia leve,
como un sino que no podemos ignorar,
un derrotero asfixiante,
fulgurante,
Persigo tus besos por un mapa de silencios.
Busco esas caricias de siempre,
las del embrujo inocente,
esas del mudo gesto de la ofrenda desgranándose sobre mi rostro
como uvas frescas en bocas ardientes por todo.
Peces de azúcar nadan en un mar de contradicciones y desencuentros,
escurriéndose de mis manos de arena,
convertidas en pequeños desiertos,
alegres y tristes.
Tus besos lejanos me apartan de la quietud de esta tarde de ausencias.
Adivino verdes de sombra en atardeceres mágicos
sin relojes que controlen nuestro diminuto tiempo.