Espías la ternura de la sangre,
Que se manifiesta en deseos.
Deberías lamer la triste sangre
Con tu lengua de perro pecador.
La noche mezquina e inquieta se persigna ante un viernes santo,
Huyen los sermones de la sangre quebrantada.
Los ojos desconocen,
Lo desnudo de la muerte
Aparece mezclada en lágrimas y sudores.
Creo saber que no vuelves con tu deseo fúnebre.
Absorta la sangre desvela que ya casi, te has muerto,
Atardecer incompleto
De detalles,
Se descrecen las hojas...
El viento huye
Un delito,
Mientras la idiotez
De los pensamientos,
Lo querella al otoño.
Tantas lluvias conjugan en una acústica soledad
Incrédula de alegrías.
Y por fín he visto tu cadáver
cabalgar en sueños...
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