miércoles, 14 de julio de 2010

Blues del atardecer


Peinado con suma prolijidad me desvisto.

Tu aliento desnudo sobre la cama,

impregna el satén con otros cuerpos.

Beso tus hombros.

En un libro de saldo

tengo tu número telefónico

y las páginas son iguales

a la piel de tu ombligo.

En la oscura pelambre del dormitorio,

interrumpida por la luz del toillete,

me invaden, horizontal,

vacíos y colmados aromas;

nombres e imágenes despreciables.

Húmedos como una flor encajada

en la transpiración de la tierra,

alimentamos rencores

con hábitos de alcohol y tabaco.

Somos un poema tautológico

escrito con tiza sobre una pizarra de ofertas.

Nuestra religión es el miedo;

nuestro sermón,

el silencio de los cobardes.

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