lunes, 28 de octubre de 2013

Ramera



La ramera finge dormir

la contemplo absorto y desorientado;

su sueño plácido es manantial de ecos.

Me ahogo suavemente entre su selva

y el misterio saturado de sus piernas,

me sonríe. 

Al fin de la noche, ella es mente imaginaria que teme

por un barco maligno y terrorífico.

Máscara de carnaval que baila 

sin hipocresías ni estereotipos.

La ramera seduce con su cuerpo que embriaga

mientras la bebo esperanzado 

en búsqueda del delito.

Rememoro 

noches solas de alcohol

y conmigo

añorando invadirla en el lecho

enlazando la figura de su cuerpo

junta a mi sangre oscura y senil.

La ramera y la noche vuelven abrumador el silencio

confundiendo imágenes en el espejo.

Ella ruge desordenada en el trueno lúcido

y me invade, eléctrico,

un relámpago certero

que me anuncia su adiós

y el espíritu que se expande comprensivo;

el miedo ya no existe tampoco las angustias.

Ella se consume en sus caricias otoñales

y reposo a su lado incomparable

mientras una lágrima sonríe liberada,

abierta a próximas revoluciones.


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