Llevo un registro,
se parece al diario de un embalsamador.
Es lo que veo cuando cruzo la ciénaga del habla
y atravieso ciudades que acaban de quemarse.
Siempre es del otro lado cuando mis ojos miran
y hay que correr un tren cargado de cadáveres,
besarles la memoria,
juntarles puñaditos de patria para torcerles el exilio
y remendar agujeros en la oscuridad.
Siempre es del otro lado
donde soy extranjero
y asumo la violencia de un paisaje que nunca se completa,
como se hereda una enfermedad.
Es lo que veo cuando salgo a buscar ramas para la hoguera
y sólo traigo fiebre del pantano.
Palabras como pescados muertos
de labios nauseabundos
y una piedra en los ojos.
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