sábado, 4 de diciembre de 2010

Querida Mujerzuela


Tenía los ojos coloridos y la mirada opaca.
Era una mezcla de niña princesa y aspirante a puta.
La combinación perfecta para saciar las tímidas ansias.
Por su rostro se dibujaba un suspiro inquietante.
Una vergüenza asilada en una piel infinitamente provocativa.
El palpitar era inherente.
Los soldados acudirían al llamado cuando la alarma del deseo estallara.
El momento acechó la noche y el temblor de hormonas inició el desfile.
Y mientras tanto una tras otra iban cayendo las paredes de lo impensado.
Su aroma dulce se fue transformando en una putrefacta sinfonía de burdel.
Encantadora y fascinante.
Prenda tras prenda el combate se volvía más ruin y despiadado.
Gritos  y sudores.
Sangre caliente y lágrimas sonrientes.
Sueños que eyaculaban emotivas palabras.  
Dicen que su tristeza de infanta seductora fue desmoronándose
hasta convertirse en la senil zorra que ahora todos amamos.
Sin embargo, esta guerra continuará noche a noche
porque la ingenuidad nunca podrá separarse del descaro
ni yo de aquel recuerdo.

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