Y un día quise traspasar el umbral pueril.
Comí bajo el espíritu de las edades,
con la parte cautiva de mí,
con mis orígenes de pobre tipo fiel.
Fue inútil: la verdad, como una rosa fría,
Como una pena sin pena,
como un destino sin destino,
como un peligroso tango sin letra,
en su versión doméstica.
Y de pronto se condensa un poema en la mente.
El paisaje es el mismo, la desazón también.
Pero ahora hay un poema en la mente.
Sangró por mi boca
recuerdos que se queman como ramas secas
ceniza improductiva
donde no vibran glándulas ni manos
en la memoria duermen su distinguida ajenidad,
sin aroma ni lágrimas,
pérdidas,
un despiadado alzheimer sentimental
que la vida preserva.
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