El encaje de la noche rodea mi cuello con espirales
de una fina angustia de agua.
Como extraños que pasan detrás de las puertas,
mi ojo desvelado viaja entre circulos negros,
altos muros opacos, paredes crecidas
en ilimitados corredores sin puertas.
Esos gritos lacerados de la memoria
que estan de pie y cantan en su carrousel de rostros fijos,
es el algebra exacto de las multitudes
que regresan para poblarme.
La hora liquida se cae sin cesar,
de su boca sin arroyo,
camino de piedra y silencios,
el toque confuso de la penumbra teje los alambres de lo soñado,
Brisa de la soledad en fragmentos
que danza despacio en los rincones,
Fugitiva, ignorada, oblicua,
una catedral humeda elevada en las tinieblas,
un cielo rajado en las pupilas que aguardan el llamado,
La promesa del sol, la gran luz,
el milagro de la mañana.
Soy el ojo insomne,
acaricio el color de los espejismos
y sonrío muerto porque ya no miento.
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