viernes, 6 de enero de 2012

Lóbrego



El encaje de la noche rodea mi cuello con espirales

de una fina angustia de agua.

Como extraños que pasan detrás de las puertas,

mi ojo desvelado viaja entre circulos negros,

altos muros opacos, paredes crecidas

en ilimitados corredores sin puertas.

Esos gritos lacerados de la memoria

que estan de pie y cantan en su carrousel de rostros fijos,

es el algebra exacto de las multitudes

que regresan para poblarme.

La hora liquida se cae sin cesar,

de su boca sin arroyo,

camino de piedra y silencios,

el toque confuso de la penumbra teje los alambres de lo soñado,

Brisa de la soledad en fragmentos

que danza despacio en los rincones,

Fugitiva, ignorada, oblicua,

una catedral humeda elevada en las tinieblas,

un cielo rajado en las pupilas que aguardan el llamado,

La promesa del sol, la gran luz,

el milagro de la mañana.

Soy el ojo insomne,

 acaricio el color de los espejismos

y sonrío muerto porque ya no miento.


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