Y qué ironía pensar
que en el juego de los soldados tristes
nunca nos proclamamos la guerra.
Tanta sangre maquilló tus espejos,
lágrimas de papel que volaban como fantasmas
mientras se hundían infinitamente.
Tan lento y profundo,
como las oscuras melodías de tu amante Frédéric,
Tan lento y profundo,
como las oscuras melodías de tu amante Frédéric,
aquellas mismas que solías bailar descalza
sobre el jardín de los muertos.
Y qué ironía recordar,
que disfrutabas ignorando a la gente y sus condenas.
Tu vestido sucio de aromas y limpio en alegrías
eran la prueba de tu falaz belleza,
que envejecía conmigo en ese Reino
despiadado y hermoso precipicio nuestro
sobre el jardín de los muertos.
Y qué ironía recordar,
que disfrutabas ignorando a la gente y sus condenas.
Tu vestido sucio de aromas y limpio en alegrías
eran la prueba de tu falaz belleza,
que envejecía conmigo en ese Reino
despiadado y hermoso precipicio nuestro
llamado amor.
Hoy has caído sobre mí
y te impregnan tantos exilios
que olvidas mi voz
implorando besos.
Has reposado tu abrazo
sobre mi cama
y te inundan de pronto
tantos desamparos.
Has aspirado el néctar
del impiadoso invierno.
Allí,
donde duermen
las miradas
que fundieran su tinta
entre licores ponzoñosos,
te lamento.
Y qué ironía imaginar,
que aún huyes denunciando tu derrota
y la mía...
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