Creo en lo que se mueve detrás de la aspereza,
en la instancia agotada de una promesa rota.
Creo en la inmediatez
y en mi adicción por lo sueños en rezago.
Creo en las despedidas,
en los cuerpos vencidos por el peso de la parte que falta.
Creo en la vanidad.
Creo en lo efímero,
en la trinchera que construye la noche con las piedras del día.
Creo en los pactos del azar,
en la brutalidad de los sentidos,
en esa dentellada que sufren los cimientos cada nueva estación.
Yo pego inútilmente la espalda a la pared.
Vivo en esa cornisa.
Tarde o temprano me romperé los dientes sin el menor estilo.
Sé predecir esa obviedad.
Creo en la conveniencia de recapitular,
en la esforzada dignidad que me asiste.
Creo en la fiel mentira
más que en esa ramera llamada verdad.
Creo por incredulidad
y me rindo ante la certeza del olvido.
Creo en los favores del instinto
más que en ninguna cosa.
¡Creo!
más que en esa ramera llamada verdad.
Creo por incredulidad
y me rindo ante la certeza del olvido.
Creo en los favores del instinto
más que en ninguna cosa.
¡Creo!
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