martes, 18 de mayo de 2010

Vida


Llamamos vida

a un desfile de dígitos cansados

zumban coléricas las moscas atrapadas en cárcel de cristal

el viento de la sangre remueve las cortinas

la luz por un instante parece herir la tapia filtrarse en el cemento

la oquedad se adivina y más allá palpitan en la noche los astros encendidos

combaten los caballos por la flor

las aguas por la piedra

la orquídea cobra vida y se venga de la luz de la Luna

el musgo brilla con fulgor de diamantes en la hierba

no hay rutas convenidas

ni cobardes semáforos

ni siniestros carteles de prohibido pasar

pero abundan los cruces de caminos

cuando menos lo esperas amanece

los hombres vagan a su antojo

las sendas se disuelven a su paso

quiero decir que a la sombra de los robles

te esperan los amigos que perdiste

y hay sábanas tendidas que guardan el olor

de encuentros que no fueron tus mujeres de ensueño

que solitario amaste a la distancia pero aquí el eco salva todos los precipicios

irrumpen de la nada las pasarelas del deseo

trenzan sus trayectorias en todas direcciones

el viajero termina por arrojar al fuego la brújula y los mapas

confiando sus pasos al instinto se interna en la espesura

aunque un día de pronto se detenga a contemplar las huellas de su viaje

despierte abra los ojos comience a comprender

nada importa cuán vasta la travesía se despliegue

la apariencia radiante de confines

la ilusión derrochada en la aventura

todas las pasarelas conducen al exilio

si se es fiel a un deseo

si se sigue su rastro hasta el final

nos aguarda el ladrillo hincado en tierra

la muchedumbre hostil de la costumbre

un olor a madera que envejece

un desfile de escenas repetidas

la cárcel de cristal

sin cerradura

pero nunca

abierta.

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