sábado, 22 de mayo de 2010

Pereza


Hoy se fugó el último sonido valiente
porque los silencios se adueñan de las estaciones
y son morada
y cielo,
Porque son las palabras el palacio
y el breve sol
que desciende en el espejo de un lago.
Y los brillos,
espíritus de la hora oscura
son también habitantes del silencio,
lo inexpresable,
lo que no tiene forma,
dimensión de vacío y signo,
La palabra,
fuerza y clave,
mas que un invisible relámpago
o el destello de una realidad eterna,
es el fuego suspendido en el tiempo
de la mente que reza,
y estamos aquí,
de rodillas como reyes destronados
ante la majestad de los altos silencios
de lo nunca nombrado,
voz peregrina de los espíritus.
Dejemos en las despedidas
el sonido virtuoso,
la norma de los astros,
el sigilo de la noche que ora
y los inacabables dones,
de las palabras

cuando sólo

atinan a

decir

No.

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