martes, 25 de mayo de 2010

Verano


Lo igual

lo semejante

lo diferente.

Y la ciudad se describe en una multitud de rostros agonizantes.

¿Y si ya fuésemos demasiados?

La angustia se apodera de los seres en un ademán de opresión

y ellos solamente consiguen demorar el instante.

Hay sol.

En los rincones hay labios que se encuentran

labios al alcance,

apurados,

ansiososos y desesperados.

En los rincones se cifran dádivas,

súplicas,

inflexiones del vicio,

destino del espanto y la indigencia.

¿Y si la urgencia fuera nombrar una caricia?

Si el amor no sabe de formas,

nos desconoce en las fronteras

se nos revela en las sombras.

Hay sol

y es preciso interrogar al tedio

saber de las escarchas y conocer palmo a palmo la intemperie

para ver lo que detrás,

debajo,

adentro,

todavía,

hace al origen.

Eso que de la oquedad es emanación

un destilar

un escuchar murmullos con la intensidad del viento

sobre la planicie.

Lo igual,

lo semejante,

lo diferente.

Tus ojos miel restituyen las indagaciones de la tarde

como los fresnos averiguan sus brotes

en las proximidades de las raíces

o a la sombra de sus copas

y nuevos sentidos surgen como ordenamientos genuinos de las cosas.

Hay sol

y de noche hay una multitud de seres

desacompasados y simultáneos

silenciosos y fugaces

pero fuertes,

lo suficientemente fuertes

para sentirlos con la contundencia de un aroma que persistió al recuerdo.

Lo igual no es lo semejante

lo semejante también nos diferencia

y lo diferente puede ser un salto para abordar el júbilo.

Lo demás son letras que escribimos para albergar fantasmas,

tigres que pasean con miradas tímidas

mientras lo sagrado anida en el cofre del luminoso silencio.


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