sábado, 30 de abril de 2011

Sueños




No hay excusas que expíen

las culpas de la especie.

Ni renuncias

prodigiosas.

Ni arrepentimientos

desgarrados.

Sangra

un trozo de tu vida

en el dolor de tu garganta.

y duermen los sueños que deberías estar soñando

y duerme el farol sin luz que arrastra las cavernas de tus párpados.

Los guardianes del principio también duermen

y te dejan anónimo, desprotegido.

Por todo el ruido de tu ciudad duerme la noche,

los centinelas de las piedras,

las aguas que alejan fotografías de silencio.

Todos duermen en vez de tatuar el tiempo en tu morada.

Te dejan.

Te abandonan.

Duerme el tren de humo que debería llevarte hasta los cristalinos huesos de tu origen,

el sabio que debería darte la llave de todos los anagramas,

el mastín que dejó de cuidar el destino de cada grito salado de tus ojos.

Duerme la ciudad toda.

Duerme Barcelona.

Duerme el dolor y confundes ese sueño con la muerte.

Duermo entre tus piernas.

Escucha, la vida sigue.

Golpea la llovizna en el cristal de tus conjuros.

No te distraigas si la lluvia se burla desde las verdes

estrellas del miedo.

No te confundas por sí pienso en envenarne de tus labios.

y te ríes en mis intentos.

No abras los ojos.

Pues aquí estoy, futuro, mi vida abierta

hacia tu sombra.

Aquí, expuesta con paciencia y con reposo.

Te espero sentado en la penumbra

de los libros.

En este cómodo sillón

hecho de palabras.

Te espero.

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