jueves, 28 de abril de 2011

¡Silencio!


Porque los silencios se adueñan de las ilusiones

y son morada y burdel,

Porque son las palabras el látigo y el breve sol

de gemidos infinitos

que descienden en el espejo de un lago.

Y los brillos,

espíritus de la hora oscura

son también habitantes del silencio,

lo inexpresable, lo que no tiene forma,

dimensión de vacío y signo,

La palabra, fuerza y clave,

más que un invisible relámpago

o el destello de una realidad eterna,

es el fuego suspendido en el tiempo

de la mente que reza,

y estamos aquí,

de rodillas como reyes destronados

ante la majestad de los altos silencios

de lo nunca nombrado,

voz peregrina de los espítitus.

Dejemos en las despedidas

el sonido virtuoso,

la norma de los astros,

el sigilo de la noche que ora

y los inacabables dones,

de la fiel ironía y nuestras infidelidades.

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