domingo, 24 de abril de 2011

Calambre



Nadie estuvo en sus ropas,

en su patria,

en sus raíces.

Nadie le cogió las botas

y el camino se hizo más lejano.

Un silencio de lobo avanzó

y agonizó por estas calles.

El terror derribó puertas,

espió por las mirillas.

Una conmoción de muerte,

de la puerta para afuera

y de los ojos para adentro,

nos exilió del otro

y fuimos gente sola,

de mirada huidiza,

en los rincones de penumbras

donde las alegrías son ácidas

y las penas dulces,

donde las sonrisas no existen

y el perdón ya no necesita auxilios

como las hojas tristes que los vientos amontonan.

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