domingo, 18 de abril de 2010

Sin luz


Contrariamente a lo que el viejo Don había creído durante toda su vida, eso de morir no era malo en absoluto. Aparte de los momentos de dolor y de pánico que la preceden. La transición del mundo de los vivos al de los muertos no era más traumática que cuando uno se queda adormilado y se despierta después de una breve siesta. En realidad, en el instante mismo de ocurrir, sintió una cierta excitación que recordaba a la que sentía las mañanas de Navidad de su infancia. ¿Don? Dijo una voz. ¿Don Dennis? ¿Eres tú, Don? El individuo parpadeó y se frotó los ojos. La figura se parecía a una película romántica de terror, lo cual no dejaba de ser bastante desconcertante, pues él recordaba claramente haber sido uno de los que llevó el féretro en el funeral de un viejo amor hacía ya ocho años o quizás más. ¿Tienes que decir algo al respecto? No lo sé, si la oscuridad alimenta mis órganos podría atentar contra la decencia de mis sentimientos. ¡Pero ya no existen! Exclamó la voz tenue. Pues bien, digamos que si la tercera guerra empezara ahora. ¿Dónde tendría que morir? ¿Acaso existen municiones suficientes para hacerme revivir aquellas largas noches de crímenes imperfectos? No se tú pero yo cobarde he vuelto a ser…

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