viernes, 9 de abril de 2010

¿Cómo ser feliz todo el tiempo?





Como la historia que quise escribir anoche pero sin recordarla completamente. Mantuve el ánimo a tope para darme cuenta que la amnesia iba apoderándose de mis frecuentes insomnios. Ya ni la lluvia era capaz de otorgarme ese necesario aliento, reemplazo natural a esos viejos orgasmos femeninos, que tanto echaba de menos. Carpeta en mano y cigarrillos machacados a punto de romperse, por mis acrobacias hormonales. Me dirigí a la contienda noctámbula de esta jornada. Y otra vez, el ritual de un rey animal sin forma ni fondos, digo los económicos. Se alistaba para afrontar otra noche gloriosa, en ilusiones más no en gloria. ¿Sabría don Juan que vivir en Europa por estas épocas lo hubiera convertido en el lorna fracasado mas gay y lorna que pueda existir? Por suerte, la historia se escribió siempre en mejores momentos que los actuales. No debe extrañar la riqueza cultural y hasta sexual de nuestros viejos héroes. Hasta el síndrome del pacotillismo era capaz de coger una buena tajada de glamour, coraje, orgullo y sobretodo “buenos culos sabor a colonia, de esas que se aprietan con las bolitas que parecen huevos aunque negros pero con estilo” Pues esta noche no pintaba para mítica ni mucho menos. Habría que intentar ser el ciego más optimista para poder compartir un poco de disfrute entre las aves de rapiña que se asomarían aquella noche. Once con veintitrés minutos y el buffet empezó a desfilar ordenadamente, llenándose de las tentaciones más y menos apetitosas para el respetable y distinguido. Los rostros de impaciencia y angustia eran tan evidentes que ni las propias mujeres podían aguantar tal presión por parte de los futuros comensales. El verdugo de la noche ya había designado sus presas para el manjar de hoy. Era una decisión complicada, que dejaba a la plebe con opción a más de lo mismo y otra vez la misma rutina de infame mediocridad. ¿Don Juan hubiera aguantado tal paliza emocional? Como van los tiempos, es imposible poder dársela de aires principescos o elegantes. Ni siquiera Carlitos Way soportó esta humillación, por eso prefirió la muerte antes que dejarse herir en su dignidad. Por suerte, yo era un mediocre acomedido y cobarde tanto para lo bueno y quizás mas para lo malo. Me encontraba ante la oportunidad perfecta para demostrarles a los demás individuos que era un imbécil distinto. Un elegido entre la mierda para precisamente, ser lo más mierda y aplicado en el mierdismo. Un fuera de serie, capaz de enfrentarme al verdugo en una contienda de virilidad, drogas, sexo y demasiado alcohol. Adrián, tráeme el trece años de anoche con dos hielos y sin agua, por favor. Mientras a los lejos escuché un murmullo, ¿Es aquel el hijo de puta que se acostó con tu mujer? Si Paco, le romperé la cara al terminar la función. No te preocupes, entre todos le daremos una lección. Rayos y centellas, jugaba en terreno adverso. Por un lado, el verdugo y sus matones me amenazaban hasta con sus respiraciones. Y por otro, los mediocres infelices querían hacer mierda de mi mierda, por envidia o quizás mero placer. Era una reencarnación ínfima y vulgar del mejor de los don juanes que hubiera imaginado. El show empezó con fuerza, vaya movimientos y excitación descomunal que se vivía en aquella sala. Estábamos afrontando una batalla campal y el motín no iba saciar los respectivos apetitos criminales de los presentes. Por ende, o convertía mi estadía en algo ingenioso o terminaría siendo el postre de la noche. Empedernido Don, me dije. Es hora de mover tus carnes rumbo a otra estratosfera menos concurrida. Todo eso me decía hasta que de pronto entro ella. Sus plumas doradas y botones espejo, iluminaban el salón con su mas exquisito repertorio. Nadie lo imaginó hasta que sus ojos verdes color naturaleza, indicaban el destino de aquella jornada maldita. Era el inicio de la profecía menos deseada por todos. Era todo tan perfecto y maquiavélico que al compás de Bach, mis escalofríos se convertían en témpanos inmensos de hielo cobarde. Debo admitir que fue la mejor radiografía de mi personalidad, era un don nadie y aunque ya lo sabía, esta noche me proclamaba un don nadie incapaz de no ser “el” mejor mierda dentro de la peor mierda. Era momento de escapar antes que Frau Tentación me mirara, sin querer queriendo. Mientras me escabullía entre la maleza casi pornográfica de los presentes, me di cuenta que la dirección elegida era la incorrecta. Un olor a tabaco y perfume exageradamente caro me enganchó rápidamente, como el zorrillo animado. Ya no había marcha atrás, mi boca estaba entre sus largos tacones rojos y acababa de cruzar la frontera entre mi salvación y el infierno de sus provocaciones. No juegues con el Diablo, querido don. El diablo come candela y es capaz de convertirte en el falaz más feliz de la existencia. No había necesidad de cuidados, yo no era precisamente lúdico y sospechaba que estaba a punto de convertirme en un despiadado violador de demonios adictos a los cabellos rubios olvidados en los abrigos negros. Era mi destino, la fiel prueba de que mi castigo iba a ser tan placentero como el peso de mis pecados. Ya era invencible, los perros nocturnos y rabiosos no podrían morderme, antojados por mis buenas piernas, como su cena. Tenía inmunidad sexual y era un privilegiado entre los privilegiados. El verdugo era una inmunda y sucia cucaracha comparado a mi rango de prestigiosa virilidad. ¿Podría cumplir con mis funciones de elegido? Su piel era tan adictiva, que no osé en tocarla con vulgaridad. La noche ha comenzado.

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