Nuestra sombra
se ha erguido y nos abarca.
El trasluz es opaco,
vacilante.
Habrá quienes confundan
su trágica belleza con el miedo.
No es fácil recibir
a esa extranjera
que nos alumbra y calla.
Para saberlo,
valió la pena esta ardua tregua
del gris mayor
en órbitas llameantes.
El trofeo de huesos
tiene su cruz de guerra.
Anda dentro de mí,
ávidamente
pero sin
que la angustia me socave,
dueño ya de mi pacto
con el fuego.
Desnudo,
he descubierto
que mi sombra no existe.
Soy el motivo sin respuesta
la imagen que el espejo ignora.
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