sábado, 25 de junio de 2011

Sin luz...


Nuestra sombra

  se ha erguido y nos abarca.

El trasluz es opaco,

    vacilante.

    Habrá quienes confundan

  su trágica belleza con el miedo.

No es fácil recibir

a esa extranjera

  que nos alumbra y calla.

Para saberlo,

    valió la pena esta ardua tregua

del gris mayor

en órbitas llameantes.

El trofeo de huesos

tiene su cruz de guerra.

Anda dentro de mí,

ávidamente

pero sin

 que la angustia me socave,

dueño ya de mi pacto

con el fuego.

Desnudo,

  he descubierto

  que mi sombra no existe.

Soy el motivo sin respuesta

la imagen que el espejo ignora.


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