sábado, 12 de marzo de 2011

¿Quién sabe?






Para todo sueño,

los atardeceres dan a la tarde

una luz aparente

que no puedo resolver;

es que a fuerza de salar el manuscrito

crecen la certeza y la demora

y por delicadeza pierdo la vida.

Más de lo que tú sabes

he insistido

con golpes en el agua,

y es más de lo que puedo

el tamaño de las cosas.

Fracasado en lo que no es:

en olvidar un rostro,

en el azar de las calmas,

de un afán silencioso,

suelo llegar cansado a la violencia.

Más de lo que tú sabes

he insistido

y dejo para mí

la ceniza breve de tus ojos

el azúcar, piedra que no cesa

y la omnímoda memoria de las estrellas.

Un mar de cabellos que desintegran los recuerdos,

la humedad que quedó tras tu presencia.

Los sueños ya no poseen soñadores

ni esa ironía llamada amor...

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