Incendio de pieles gritando al vacío de la vida.
Así con mayúsculas la descubro
infame invasora de las mil y un fronteras,
de los pensamientos tristes,
del sexo reprimido en horas muertas de días y de noches,
cruel dictadura de insomnios,
dilapidadora de sueños abandonados
malgastados en todos los puertos que sucumbí.
La piedad en ella no existe
y aunque con cierta amargura te llegarán a amar los ciegos,
siempre quedará el recuerdo de cuando estuviste al borde de mis labios,
donde las ideas solían transformarse en erecciones,
y nunca alcanzaste siquiera a pronunciar mi nombre.