El sol, radiante, está en cada sitio;
cada brusca se deja iluminar por su calor.
Distiende el verano esos viejos silencios
que crispan el alma ahora que la luz
saca a relucir al fin el polvo rancio
de los desvanes y las viejas azoteas
y hace más tolerable la lucidez.
No hay rupturas
La calma también se lamenta
y puede llenar todo el tiempo de la noche.
Los resquicios todos pueden ser una sostenida y rebosante paz.
Tiempo de dormir,
tiempo de soñar.
Hasta que, violenta,
la pesadilla irrumpe y rasga.
Ya nada volverá a ser igual.
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