miércoles, 22 de febrero de 2012

Refranes




Y apareció en la oscuridad,

tras el velo de la vergüenza,

tímida e intrigante,

cual carne picada a cuchillo para un ballet semáforo,

relleno de cuerpos envasados

y con los ojos ocultos en un pozo de sangre. 

Le miro: soy el vecino arrollado por el cruce

del ruido y el silencio,

acodado en el balcón como si fuera

el muñeco que anuncia la salida de escape.

En la esquina el baile,

que fabricó el escudo de motores en fuga,

ha terminado en nada.

Ella ríe,

y vuelve la figura del hombre acribillado

al compás de los años,

como una fruta inexplicable de una higuera seca, a destiempo.

Y al fin, como Romeo sin Julieta

asalto lo inefable, la foto

de los cables trenzados

con los cinco bailarines hambrientos.

Cielo contaminado, el inalámbrico

susurro de las voces entremetidas en la casa,

donde duerme mi gata ausente,

como si un escorzo,

con la cola enrollada

aún fuera mejor que mirarle de frente.

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