Porque los silencios se adueñan de las ilusiones
y son morada y burdel,
Porque son las palabras el látigo y el breve sol
de gemidos infinitos
que descienden en el espejo de un lago.
Y los brillos,
espíritus de la hora oscura
son también habitantes del silencio,
lo inexpresable, lo que no tiene forma,
dimensión de vacío y signo,
La palabra, fuerza y clave,
más que un invisible relámpago
o el destello de una realidad eterna,
es el fuego suspendido en el tiempo
de la mente que reza,
y estamos aquí,
de rodillas como reyes destronados
ante la majestad de los altos silencios
de lo nunca nombrado,
voz peregrina de los espítitus.
Dejemos en las despedidas
el sonido virtuoso,
la norma de los astros,
el sigilo de la noche que ora
y los inacabables dones,
de la fiel ironía y nuestras infidelidades.
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