Para todo sueño,
los atardeceres dan a la tarde
una luz aparente
que no puedo resolver;
es que a fuerza de salar el manuscrito
crecen la certeza y la demora
y por delicadeza pierdo la vida.
Más de lo que tú sabes
he insistido
con golpes en el agua,
y es más de lo que puedo
el tamaño de las cosas.
Fracasado en lo que no es:
en olvidar un rostro,
en el azar de las calmas,
de un afán silencioso,
suelo llegar cansado a la violencia.
Más de lo que tú sabes
he insistido
y dejo para mí
la ceniza breve de tus ojos
el azúcar, piedra que no cesa
y la omnímoda memoria de las estrellas.
Un mar de cabellos que desintegran los recuerdos,
la humedad que quedó tras tu presencia.
Los sueños ya no poseen soñadores
ni esa ironía llamada amor...
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