Una turbulencia balancea las barcazas
la luz pinta el aire de amarillos
y están cerradas las viejas puertas.
Nadie en la pecera augura el final,
ni las góndolas lúgubres temen a las tormentas.
En el puente de los sueños
los lujos se vuelven austeros
ya ni las mentiras atienden a sus labores,
sólo pequeñas barcazas
han pasado la noche entre los palos.
Allá al fondo,
un hombre barre la fondamenta de los amantes
A un sólo delirio, pocos imaginan el placer de obviar.
La fiesta del fin acaba de comenzar
El resto, nada.
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