Esas piernas caminan como un réquiem
como montoncitos de mierda apiladas en la oscuridad
en el recuerdo de un hecho vergonzante
años después
cuando vas solo por la calle y las luces comienzan a encenderse
y no hay nadie en el mundo que puede entender la turbación que te frena
esas piernas
caminan en un frente con demasiada memoria
que no entendería jamás el diálogo del mandarino
sin ir más lejos
muy ocupado en los propios fracasos o errores o días
si es que en definitiva no son la misma cosa
el acierto o la victoria
no me parecen más que una experiencia subjetiva
excepto por el recuerdo de esos pasos
en una noche de verano en el que el fresco hacía pensar
a los curas con la perseverancia de Dios en convencernos de eso
del Paraíso
para mí esas piernas
en las que mezclo aún los ecos de las risas viejas
las heridas
el Paraíso sin un Leteo
no es mejor que un café vacío
en el que alguien solo escribe sobre servilletas
bajo la mirada sin curiosidad del mozo
que nos recuerda que sin esas piernas
o con ellas soplando en la sinuosidad del viento
que no sentimos ya
tan ocupados que estamos cubriéndonos
más y más con la intemperie.
Ellas quieren dar nombre a la velocidad del parpadeo
deslizarse como el heno en su perfume
llegar a entender
en el rugir del trueno
la seducción de los acantilados
el reflejo que no explica el amor
ellas miras en las aguas las profundidades
se hunden en mis pensamientos.
¡Ellas son mías!
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