miércoles, 10 de febrero de 2010

¿Quién dijo que las utopías son aburridas?

Una tipa con ojos de primavera me enamora en un sofá. No es verano, pero el sol es alarmante, la gente camina con pánico y los pájaros ya no susurran melodías bellas. Mis dedos de adicto a whisky juegan con las bragas que son cómplice del pecado, las muy malditas acarician mis piernas cada instante, y es hermoso. El hedor a cerveza revolotea junto a las moscas en la habitación claustrofóbica, y el anhelo por una botella empapada y gélida aumenta perennemente, y más cuando me propongo morder los pezones sublimes de la puta de turno. Esta tipa conoce el juego, no titubea al exigir que la tome del cabello y la llame por su nombre, sus sentimientos están destrozados y copula como una dama del siglo XVII, es espléndidamente fascinante. Observo sus medias multicolores, levantadas hasta las rodillas, las acaricio, las rayas que las cubren me producen sensaciones inefables, me la ponen más dura. En mi mente se agolpan imágenes de películas pornográficas, en donde jovencitas esculturales que pierden su dignidad y ganan muchos billetes follan como desalmadas con sujetos sin rostros. John Coltrane suena de fondo, su melodía fúnebre cubre el ambiente ardoroso, el saxo es desgarrador, el sexo es impetuoso, mis manos lascivas sujetan las bragas con más fuerza debido al sublime soplido del tipo de Hamlet. Las nalgas de la señorita folladora golpean mis muslos, con vehemencia, y mis ojos no pueden evitar mirar tamaña escena, soy un espectador voyeurista, y lo disfruto con creces, mirar como el bribón que llevo entre mis piernas ingresa a la intimidad de una desconocida, es bellísimo. El rechinar del sofá aumenta, mientras se estremece con nuestros movimientos eróticos, el brazo de la tipa a un costado mío lo sujeta, de seguro debe haber pasado por su cabeza la imagen de un vaquero tejano montando su caballo de 200 dólares. La tomo fuertemente de las nalgas y comienzo a agitarla, la poseo, la tipa hace lo suyo, practica el sexo como deporte, se acerca el momento, cada vez más raudo, las nalgas chocando con los muslos, cierro los ojos, y el sexo húmedo y ventajoso sale disparado, sucumbo, la tipa menea suavemente su cuerpo, me besa, se levanta, se acerca a una pequeña mesa, toma un cigarrillo, lo enciende, toma asiento a mi lado, estamos desnudos, me percato que queda cocaína sobre la mesa, dibujo dos rayas para ella, me dirijo al lavabo, me miro en el espejo y pienso: cuando regrese a la habitación la otra línea de seguro habrá desaparecido.

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